Catherine Garnier: la tragedia detrás de 'La mamá y la puta (1973)'

Obra maestra de Jean Eustache. Germen de la Post-Nouvelle Vague. Película icónica. Testamento fílmico de Mayo del 68'. ¿Pero conoces a Catherine Garnier?

Fotograma de ‘La Maman et la Putain’ (1973)

la huida De ‘Los 400 golpes’ a ‘La mamá y la puta’

La mamá y la puta (1973) es la película más significativa de su director, Jean Eustache, y supuso el inicio de la Post-Nouvelle Vague (término difícil de acotar), el declive y la superación de la Nouvelle Vague.

Si en el final de Los 400 golpes (Truffaut, 1959) el personaje de Jean-Pierre Léaud huía hacia el mar (negado, sin embargo, por la imagen congelada), en La mamá y la puta (1973) el enfant terrible (ahora mucho menos enfant) ya no tiene a donde escaparse. La brecha generada por la decepción de Mayo del 68’ es insalvable. Ya no quedan horizontes.

Alexander (una mezcla entre la personalidad del propio Eustache y Antoine Doinel), bohemio, egoísta, cínico e incapaz de madurar, vaga por las calles asfaltadas de París sin ninguna dirección, sin trabajo, sin una casa propia, sin esperanzas, sin otro objetivo que seducir a mujeres (de las que vive, en todos los sentidos) y eludir cualquier responsabilidad. Es un desastre.

Fotograma de ‘Los 400 golpes’ (Truffaut, 1959)

Fotograma de ‘La Maman et la Putain’ (1973)

las musas y las actrices

Según contaba él mismo, Jean Eustache escribió La mamá y la puta (1973) basándose en sus propias relaciones románticas y sexuales. (Sí, era esa clase de autor.) Pero no solo eso: además de utilizar a las mujeres de su vida como «musas», ellas también interpretaban después a sus personajes. Como resultado, nos queda un curioso escenario:

Empecemos por Françoise Lebrun: Lebrun interpreta en La mamá y la puta (1973) a Veronika, el nuevo interés romántico de Alexandre (Jean-Pierre Léaud), la «puta», «la nueva Gilbert» (Gilbert es la mujer que abandona a Alexandre al principio del film.)

Y aquí empiezan las coincidencias divertidas: Françoise Lebrun era la expareja de Eustache en la vida real. De hecho, acababa de abandonarle.

O sea, Eustache llamó a Lebrun para que interpretase en el film el papel de su supuesta sustituta. ¿Me seguís? Si no quieres estar conmigo, escribo una película y te hago interpretar en ella a mi nueva pareja. Una manera curiosa de plantearse el acto creativo. Pero las cosas no mejoran (o sí).

Antes de enamorarse de Veronika, Alexandre ya estaba «involucrado» con Marie, la «mamá», una mujer a la que hace tiempo que no ama y con la que folla a disgusto, pero a la que no abandona porque es la propietaria del piso en el que vive de ocupa.

La doble ocupación

Pues bien, para poder filmar las secuencias del piso de Marie, Eustache ocupó —él también— como localización de rodaje el apartamento de su amante en la vida real: Catherine Garnier. La mujer con la que había iniciado una relación después de la ruptura con Françoise Lebrun.

Catherine Garnier aceptó, por supuesto. Estaba enamorada del genio de Eustache. Y, según parece, nunca cobró un céntimo. El cineasta, que seguía enamorado de su actriz protagonista, solo estaba jugando con ella, igual que Alexandre juega con Marie.

La película avanza y al final Alexandre decide abandonar a la «mamá», Marie (la dueña del piso, o lo que es lo mismo: Catherine Garnier), y marcharse a vivir con Veronika.

Entonces tiene lugar uno de los planos más interesantes de la película: Alexandre y Veronika se marchan y Eustache se salta el punto de vista para ofrecernos una última imagen de Marie. Se ha quedado sola, escuchando un disco, en silencio. Ocupa toda la imagen, ocupa momentáneamente el punto de vista. Sin embargo, Eustache no le da la palabra. No hay una sola línea de diálogo.

Fotograma de Marie (interpretada por Bernadette Lafont). ‘La Maman et la Putain’ (1973)

Este desenlace era inevitable: La relación entre Marie y Alexandre, mantenida solo por la conveniencia habitacional de él, se había vuelto insoportable. De hecho, solo unas secuencias antes, Marie había intentado suicidarse al sentirse definitivamente sustituida por Veronika.

Catherine Garnier no pudo evitar sentirse identificada con el personaje de Marie. ¿Cómo no iba a hacerlo? Eustache oculta su nombre, pero las coincidencias son demasiado evidentes. A ella tampoco la ama.

no hay putas sobre la tierra

La película narra, en definitiva, una fantasía retorcida de Eustache (que confesó colocar grabadoras bajo la almohada de sus amantes para registrar conversaciones que luego transcribía al guion): Françoise Lebrun le había abandonado e, incapaz de superarla, escribe un argumento patético en el que una versión mejorada de sí mismo (Jean Pierre-Léaud) acaba feliz con ella. Y, por el camino, abandona cruelmente a su amante sustituta, a la que desprecia por completo.

Sin embargo, el último monólogo de Veronika —la «puta»—, que Lebrun pronuncia mirando a cámara (a Eustache), lo cambia todo. Es quizás uno de los planos más emocionantes de la película: 

«Para mí no existen las putas. Para mí, una chica que folla con cualquiera no es una puta.  Para mí no hay putas, eso es todo. Puedes chupársela a cualquiera, puedes follar y no ser una puta. No hay putas sobre la tierra, joder, compréndelo. (...) ¿Por qué le dais tanta importancia a las historias de sexo? (...) Si supierais cómo os quiero a los dos. Y lo poco que tiene que ver con el sexo.» 

Fotograma en el que Veronika pronuncia su monólogo.

Desde ese momento, el poder de la fantasía se desactiva. El monólogo rompe la película.

Durante el resto de la historia, Alexandre apenas vuelve a hablar. Se ha quedado mudo. Después de tres horas de largos parlamentos, confianza y habilidad retórica, el chico solo es capaz de expresarse mediante monosílabos, casi balbuceos. El monólogo funciona como un espejo y Alexandre no disfruta de su reflejo. Aunque ha conseguido su objetivo romántico, solo queda un gran sentimiento de decepción y malestar. Nada ha merecido la pena. No hay nada que decir.

Pero esta historia no acaba en los márgenes de la película.

Catherine Garnier acudió a la segunda o tercera proyección de la película (el dato no está claro). La vio una única vez, volvió a su piso (recordemos: la localización de la película) y escribió una nota dirigida a Eustache:

«LA PELÍCULA ES SUBLIME, DÉJALA CÓMO ESTÁ.»

En la misma localización donde se filmó la película, Catherine Garnier puso fin a su vida. El intento de suicidio de su personaje —que Alexandre lograba evitar en el último momento— se culminó en la vida real. Sin que nadie hiciera nada. En el mismo espacio y por el mismo motivo: Catherine siente que Eustache está rompiendo con ella a través de la película y no puede soportarlo.

El final de Eustache, igualmente trágico, sí lo conocemos todos.

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