El último naturalista

“La muerte de cualquier hombre me disminuye,
 porque yo formo parte de la humanidad; 
por tanto nunca mandes a nadie a preguntar
 por quién doblan las campanas:
doblan por tí”
John Donne.

A lo largo de la historia del arte, los pintores han dejado plasmado en sus lienzos un abanico inmenso de motivos distintos, desde el simbolismo religioso, la exaltación de los monarcas, personajes históricos... Lo que estos intrépidos artistas desconocían es que la mejor de las musas se hallaba justo en ellos y a su alrededor, el ser humano.


En el ocaso del siglo XIX surgió en Francia un nuevo género literario cuyo fin era contrastar y brillar en oposición al Romanticismo, movimiento del siglo por excelencia. Fue entonces cuando se produjo el alba del Naturalismo, fruto del positivismo y el evolucionismo de Darwin.  La filantropía volvió a relucir entre las hojas y la tinta de los libros en toda Europa. No obstante, este interés por todos los rincones que conforman al ser humano, no sólo atrajo a escritores, sino que salpicó a muchos de los pintores emergentes, que sentían verdadera admiración por la rutina diaria de sus contemporáneos, amor por los pequeños placeres de un momento del día, siguiendo entonces la famosa expresión en latín «Des parvis grandis acervus erit» (de las cosas pequeñas se nutren las cosas grandes). 


Gurney JourneyAnders Zorn.

Este movimiento buscaba representar la vida tal y como era. En la historia de la pintura, han existido dos tipos de naturalismos muy distintos entre ellos; el del Barroco caracterizado por el caravaggismo (de Caravaggio) y el que aconteció en este periodo finisecular (XIX). Este último fue encabezado por los realistas (Courbet, Millet...) y por un grupo peculiar denominado Bande Noire o Les Nubiens (1890). Este conjunto de pintores, franceses en su mayoría, sí que se aproximaban a los tintes del caravaggismo, de ahí su nombre “franja negra”, por el acentuado uso del negro en lienzos de gran formato. El grupo estaba compuesto por notables pintores como Anders Zorn, Charles Cottet, Émile Blanche y otros pintores que gozan hoy de un reconocimiento público y respeto histórico. 


Algunos años después, el tren del naturalismo se fue alejando cada vez más de los lienzos y los museos, en su estación le estaba esperando un jóven francés llamado Émile Friant, que, por desgracia, tuvo que coger el siguiente: el del Art Nouveau. 


Émile Friant, autorretrato (1887)


Émile Friant nació en Dieuze en 1863 y falleció en 1932 en París. Aunque su obra generalmente se ha etiquetado como “realista”, es considerado como el último naturalista. Su proximidad pictórica con Bande Noir es indiscutible, pero este naturalista puro se incorporó a la École de Nancy (escuela de Nancy), una corriente artística que reunió a todo tipo de artesanos y artistas para impulsar y representar el Art Nouveau. Friant, como cabía esperar, fue acusado de “demasiado realista” por su técnica y su proximidad visual a la fotografía. Friant usaba a sus amigos y familia para que posaran como modelos en sus cuadros. Fue un amante de la composición, las nuevas tecnologías, la vida cotidiana y los sentimientos. Pasear entre la obra del pintor es toda una experiencia, pues si uno se detiene a comprobar la cantidad de emociones que un pequeño instante produce y la magia del mismo, podrá observar, con la misma atención con la que Friant lo hacía; la paz, la calma, la tragedia, la desesperación, el rechazo, la alegría, la reflexión... Todo eso se puede encontrar en un instante del día a día.


Luto en Ouessant, Charles Cottet (Bende Noir)

El dolor (detalle), Émile Friant.

Por desgracia Émile Friant es uno de esos pintores cuya brillantez ha sido acallada por el polvo del tiempo y la decadencia de la pintura y su interés. Mucha gente desconoce a este maestro de la pintura y la composición. Se le suele mantener a la sombra de otros genios como Joaquín Sorolla y Anders Zorn, sin conocer que Friant, a diferencia de los otros, trató la vida cotidiana con sus bajones, descansos y subidas con una maestría única e incluso a veces teatral. 



Los enamorados, Friant.
La comida frugal, Friant.
Discusión política, Friant.
La pena de muerte, Friant.
Sombras marcadas, Friant.

A parte de ser nombrado como “el último naturalista” se le consideraba “el pintor del dolor”, a pesar de los numerosos pintores que han tratado el dolor ajeno e interno a lo largo de la historia, Émile Friant representaba un tipo que no se había visto de ese modo antes, el luto. Algunos de sus cuadros más impactantes son los de las figuras negras sumidas en dolor que tratan de asimilar semejante tragedia.


Todos los santos, Friant.
El Dolor, Friant.

Sin embargo, Émile Friant también conocía la alegría y la belleza que desprende una sonrisa o la felicidad que aguardan los instantes de calma. 


Ternura materna, Friant.
El primer asalto (detalle), Friant.
La barca, Friant.

Fotografía de Émile Friant.



En definitiva, es innegable su talento y genialidad. Esperemos que nunca caiga en el olvido como lo han hecho muchos otros. Mientras su obra siga viva y haya aventureros que se adentren a conocerla, Émile Friant nunca morirá.



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