La otra cara del cine

El cine internacional es como ese hermano mediano que se siente infravalorado bajo la sombra del mayor -el cine estadounidense- y del pequeño -el cine nacional del consumidor-. La progresión de los años, de la mano del avance tecnológico y la globalización, han permitido que su voz sea cada vez menos ignorada, pero aquellos que se aventuran a escucharla representan un porcentaje tan minoritario de la población que resulta incluso patético tratar de advertir un avance. No puedo evitar preguntarme, ¿por qué se ha ido eclipsando su reconocimiento bajo el kitsch hollywoodiense?

Fotograma de la película Macario (1959), dirigida por Roberto Gavaldón. Cine mexicano

El cine que Estados Unidos ha brindado desde la creación de los primeros estudios de Hollywood ha resultado determinante para la formación de nuestra cultura y sociedad. Mientras nuestros huesos se estiraban hacia la madurez, hemos acompañado cada etapa de nuestra vida con sorprendentes películas que nos han inspirado reflexiones, escenas de amor, pañuelos húmedos de lágrimas y una adrenalina implacable. Entre las galerías de mi mente vagan ingrávidas, como bellas apariciones, cientos de fotogramas que no solo constituyen mis recuerdos, sino los de todos. Hollywood ha ido exhibiendo por décadas una interminable lista de grandes nombres que han dedicado su vida profesional a hacer del cine la experiencia tan fascinante de la que gozamos hoy en día. No obstante, se ha transformado al mismo tiempo en un pesado manto que ha ensombrecido con su protagonismo al resto del globo terráqueo, y esta práctica radica desde las raíces del propio cine.


Su nacimiento cambió la Francia que envejecía hacia el siglo XX. El cinematógrafo al principio fue concebido como una sencilla atracción de feria y como una interesante curiosidad científica. Los hermanos Lumière negaban con firmeza que este pudiera ser un gran descubrimiento capaz de ser explotado comercialmente -como bien le llegó a expresar una vez su padre, Antoine Lumière, a un joven George Méliès entusiasmado con las proyecciones-. Sin embargo, en una transformación que bien puede recordar a la de My Fair Lady (1964), cuando la compañía francesa Pathé se unió a la invisible carrera hacia el éxito del aparato, se comenzaron a vislumbrar las infinitas posibilidades que este poseía -el avispado Charles Pathé y su fábrica llegaron a poseer el ochenta por ciento de los aparatos de proyección en Europa-. Pronto la industria cinematográfica empezó a tomar forma con la aparición de nuevos estudios, el Film d’art, el drama realista de Zecca, la creación de más productoras como Gaumont y la formación de un emergente Hollywood que surgía entre las doradas colinas de California con El mestizo (1914).


La gran Lana Turner en The Prodigal (1955)


Los siguientes acontecimientos que catapultaron el cine estadounidense también pueden condensarse en la enumeración de varios éxitos: una naciente generación de cómicos que tomaron lo mejor del vulgar cine cómico europeo (Charlie Chaplin, Buster Keaton, Harold Lloyd); las aportaciones de pioneros como Edwin S. Porter ó D. W. Griffith; las primeras estrellas de cine, las adaptaciones de Broadway, las superproducciones, el star-system, etc. La Segunda Guerra Mundial supuso una brecha en la historia del cine pues este pasó a servir fielmente a fines propagandísticos y bélicos, aunque también supuso un nuevo sentido para un cine de ficción que era necesitado por sus posibilidades de brindar evasión. Mientras Europa se recompone del conflicto y Estados Unidos enriquece su industria con los grandes genios que emigraron a tierras americanas para escapar de la represión, los países fuera del punto de mira occidental también crecían -aunque muchos tienden a ignorarlo-. 


La historia que se debate en las fronteras africanas en una lucha para escapar del colonialismo y de darle voz al cine sudafricano indígena deja de huella una infinidad de películas de merecidísima alabanza. El cine egipcio llega a ser un espejo del hollywoodiense durante su brillante época dorada entre los años 40-60, y registra en los 80 un hito verdaderamente histórico con la inclusión de temas explícitamente feministas en películas firmadas por el Instituto de Cine Egipcio. En Senegal, el cortometraje Borom Sarret (1963) se convierte en la primera película sudafricana indígena, y la industria cinematográfica de Nigeria asciende a ser la tercera más importante del mundo. Cruzando el océano, nace el cinema novo en tierra brasileña y el cine cubano ve desvanecer su libertad bajo el mando de Fidel Castro. Se va incubando una corriente denominada el third cinema en 1960, que promete ser la voz de una silenciosa revolución. La India, hasta día de hoy, conserva la industria cinematográfica más grande y produce el 25% de las películas del mundo. Construye así su personal Bollywood, tan colorido y musical como los parajes de su país. 


Mientras, en un continente maltratado por los disparos y el odio de dos guerras, el cine sueco se catapulta con los filmes de Victor Sjöström, Mauritz Stiller y su adorado Ingmar Bergman, el cine pornográfico y el cine infantil -curioso contraste el de estos dos últimos-. Rusia se levanta imperiosa con figuras como Sergei Eisenstein, que revolucionará de forma determinante el montaje, o Vsévolod Pudovkin. Italia se conduele con su cine neorrealista y Francia proyecta un liberado estilo denominado nouvelle vague después de su realismo poético francés. España, por otro lado, contribuirá con un cine marcado por la crítica de una terrible Guerra Civil entre hermanos.


 Fotograma de la película Mi verano con Mónica (1953), dirigida por Ingmar Bergman. (Cine sueco)


El cine internacional ha ido nutriéndose a sí mismo; se ha ido alimentando sin dejar a nadie hambriento. Sobre las películas que bailan en nuestras retinas desde la infancia, flota la influencia de una parte considerable de este cine que se ha ido cultivando en diferentes puntos del mapa -véase de ejemplo el film noir estadounidense, que toma forma gracias a las aportaciones de los directores expresionistas alemanes-. A pesar de ello, el espectador está acostumbrado a películas de un marcado tinte occidental. Esto puede suponer que se le presente como un verdadero reto enfrentarse a la lírica visual y a la singularidad de las temáticas de un cine diferente a nivel cultural e idiomático. Es una desgracia que por el respeto que imparten estas películas y su poca distribución internacional, el espectador no pueda ver la otra cara de la moneda. Por ello, he de invitar a los lectores a que, si es el cine su pasión o si lo es la vida misma, se aventuren a dejarse cautivar por las increíbles maravillas que esconde el celuloide de cada país.


Para aquel que desee emprender este camino de curiosidad y enriquecimiento personal, le aconsejo que empiece con un cine internacional "más digestivo" y contemporáneo. He de recomendar para ello dos estupendos títulos.


Cafarnaúm es un emotivo drama filmado en 2018 en el Líbano. Entre sus muchas nominaciones como "mejor película de habla no inglesa" en los Oscar, los Globo de Oro o los BAFTA, recibió el Premio del Jurado en el Festival de Cannes de ese mismo año. Además, es un claro ejemplo de una -cada vez más notable- presencia de mujeres en la industria cinematográfica en países donde se tarda en escuchar a aquellas que luchan por sus derechos. La responsable de esto es su directora, Nadine Labaki.


La fuente de las mujeres es un film belga estrenado en 2011 y dirigido por Radu Mihaileanu. Ha gozado desde su estreno de buenas críticas, seleccionado para el Festival de Cannes y nominado a "mejor actriz" y "mejor vestuario" en los Premios Cesar. Inspira en su relato bello y tierno, el valor de la libertad y del amor; pero lo más relevante de la película es la imborrable huella que deja en los pensamientos de uno.


Vivimos en un tiempo en el que, por un lado, se destruyen muros en un intento tecnológico de globalización y por otro, se vuelven a construir para separar fronteras. Déjate llevar por los ríos que conectan las raíces de los países y las tierras; el celuloide que conecta los sueños y corazones de todos los hombres y las mujeres. Sobre la balanza debería pesar más la unión y el descubrimiento cultural que la separación y la ignorancia.


También te ruego que te plantees, ¿crees que las nuevas generaciones están más abiertas a ver cine internacional? ¿Estás de acuerdo con que actualmente no se consume tanto cine internacional como antes? ¿Se le debería de dar más voz en las aulas? ¡Deja tu opinión en los comentarios!


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