Pilar Palomero y el preludio a Las niñas

Un coro de niñas ensaya en silencio. Lo más importante es articular bien. La monja que las dirige, implacable, se sienta al piano. Una última vez. Sobre todo, articular bien. Y con las manos en el teclado, pronuncia sus nombres. También el de Celia, en primer plano. Vosotras no. El resto cantan. Vosotras seguid en silencio. Así empieza la historia de Las niñas, la ópera prima de Pilar Palomero que le ha valido el galardón a mejor película en el Festival de Málaga. Un relato sobre la búsqueda de la identidad, centrado en la vida de una niña, Celia (Andrea Fandos), que vive con su madre (Natalia de Molina), viuda y deseosa de un futuro mejor para su hija, y —como la directora del film— estudia en un colegio de monjas para niñas, en la Zaragoza de la década del 90'.

Retrato de Pilar Palomero, directora y guionista del film.

Un debut, con ciertos (o evidentes) tintes autobiográficos, que dirige y escribe de la mano de Inicia Films y BTeam (responsables, por ejemplo, de Estiu 1993 de Carla Simón o La hija de un ladrón de Belén Funes), tras dos décadas de trabajo y formación envidiables, que ya intuían el prometedor futuro de la cineasta zaragozana. Que nadie piense, pues, que esta obra, de la que cuesta francamente sacar pegas y tanto ha agradado a críticos (algunos de los cuales, por cierto, ya firmaban artículos sobre lo mala que era aquella película, la que fuera, cuando estas niñas todavía acudían a clase de canto), es fruto de un golpe de suerte o se trata simplemente de una flor de un día. 


Licenciada en filología hispánica, con tan solo veintidós años, Palomero acude a un taller de tres meses impartido por Bigas Luna (Angustia, 1987) en Zaragoza y se diploma en Dirección de Fotografía en la ECAM, ocupando uno de los mejores puestos de su promoción. Su cortometraje de graduación, además, Señales de Indiferencia (Javier Fernández, 2007), rodado en 35mm, es galardonado con el premio a mejor fotografía en el Festival Internacional de Curtmetratges i Animació de Barcelona, dando una muestra temprana de su talento. 



Tampoco tarda en dar el salto a la dirección fuera de la escuela, logrando con Niño Balcón (Pilar Palomero, 2009) una veintena de premios y más de ciento cincuenta selecciones en festivales, entre los que se incluyen El Festival de Cine de Málaga o el Festival Internacional de Cine de San Luis (SLIFF). Así, tras una etapa en la que compagina el trabajo como guionista —coescribe Chaco (Diego Mondaca, 2020)—, con la realización de otros proyectos como directora (Chan Chan, 2011) y la docencia, en 2013 es seleccionada para formar parte de la Film Factory en Sarajevo. Un proyecto conducido por el director húngaro Béla Tarr, que le permite ampliar su formación a través cineastas como Gus Van Sant, Tilda Swinton o Juliette Binoche, dirigiendo otros dos cortometrajes, Noć (2015) y La Noche de Todas las Cosas (2016), y dando finalmente el salto al mediometraje con el documental Zimsko Sunce (2017), que se estrenó en España en el Festival de Cine de Alcalá de Henares, uno de los certámenes de cortometrajes más importantes a nivel nacional.


Tras este preludio, que explica, sin duda, cómo el talento innato requiere, no obstante, de veinte años para cultivarse, Pilar Palomero vuelve a su Zaragoza natal para narrar la historia de su generación. Atrapada en un continuo "el mes que viene" que nunca llega, el mundo en el que la protagonista trata de encontrar su lugar —donde, por primera vez, se trata de animar a las niñas a lograr una independencia vedada a sus madres, al mismo tiempo que prolifera, sin embargo, un modelo nocivamente sexualizado de la mujer—, choca contra una educación conservadora, sus clases de costura y su perversa mirada que juzga y trata de acallar esta voz. La música que Brisa, una niña recién llegada de Barcelona, mucho más madura que sus compañeras, introduce al resto, aviva preguntas en sus amigas y sirve para acabar de transportarnos a la última década del S.XX. 


Un viaje alejado de la caricatura que narra el drama de la protagonista, con una profunda fuerza poética. El miedo constante a la soledad, especialmente agudo al crecer, la prisa por ser como las demás y el profundo terror a encontrar los problemas de la escuela también en casa, se materializa a través de una cámara casi siempre cercana y un tempo reposado, no falto de acción (en el sentido más estricto de la palabra, no se imagen persecuciones en moto).


Natalia de Molina y Andrea Fandos en Las niñas (2020)

La cinta transgrede además su contexto, con un tema principal de carácter universal: Encontrar tu voz en el coro. Esto implica dejar de temerle a las preguntas y asumir, de forma permanente, que gran parte de las respuestas que creemos verdaderas son, en realidad, falsas. Un film esencial para entender el cambio generacional que vivió la mujer en los noventa, junto a sus contradicciones. Pero también para entendernos a nosotros mismos y a nuestras contradicciones personales. Una oportunidad, en resumen, inigualable para volver a las salas.


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